viernes, 3 de abril de 2015

EL MAULLIDO DEL GATO

Para asombro de muchos, el maullido propiamente dicho no forma parte de la comunicación natural entre los gatos. Para decirlo de otra manera, los gatos no maúllan entre ellos, sino que utilizan otros sonidos. Así pues, los gatos solo maúllan con las personas, por lo que es un “invento” de la domesticación que, salvo en contadísimas excepciones, sólo utilizan los gatos para comunicarse con nosotros.


El maullido no es la única forma en que nos “hablan”, sino que los gatos nos pueden ronronear, bufar, gruñir e incluso lanzarnos llamadas sexuales, pero todo esto forma parte de su vocabulario interespecífico que, por muchas circunstancias, emplean con las personas. Pero para saber qué es exactamente el maullido y por qué nos lo dedican con tanta generosidad, conviene aclarar antes algunos conceptos.



S.O.S. Infantiles

A base de palabras, el ser humano puede insultar, adular, amenazar, seducir… En los animales, carentes de vocabulario, el tono o la frecuencia del sonido ya avisa de las intenciones del que lo emite. Un tono grave, ronco (el gruñido de un perro, por ejemplo) resulta amenazador, mientras que un tono agudo “pide” protección. El llanto de los bebés y las llamadas de los cachorros responden al mismo patrón: el del desvalido que necesita ayuda.

Como curiosidad semejante a la “musicología”, hay que destacar que el maullido tiene una frecuencia alta, infantil por lo que hemos visto, de 700 a 800 Herzios (Hz). ¿A qué otro sonido felino, dentro de los 12 o 13 categorizados, se parece más?

Pues no precisamente a los bufidos ni a los gruñidos (de una frecuencia baja, entre los 100 y los 250 Hz), sino a una llamada que los cachorros intercambian con sus madres, el conocido como “trino”, o “chirrido”, de entre 250 y 800 Hz.

Estos sonidos son voces cortas, de 0,4 a 0,7 segundos (los maullidos más cortos duran como poco 0,6 segundos, aunque lo normal es que se prolonguen entre 3 y 6), emitidas por los gatitos menores de 4 semanas para llamar a la madre en cualquier situación de alarma: cuando se quedan solos, cuando tienen frío o cuando tienen hambre.

La llamada por “frío” es la más aguda, aunque se va igualando con las otras cuando sobre las 4 semanas de vida va siendo capaz de termorregularse. Por el contrario, la llamada de “encierro” es la más grave (en cuanto a su tono), mientras que la de “soledad” es la más larga. Por supuesto, la madre distingue perfectamente cada una de ellas y responde a sus cachorros con una tonalidad similar.

Llegados a este punto, podemos ir viendo ya cierta correlación entre los sonidos infantiles y el maullido, aunque tienen sus diferencias. El ronroneo es igual en todas las épocas de la vida del gato, tanto adulto como cachorro, no se modifica. Pero el maullido como tal no existe en los cachorros. Así como desaparece la llamada infantil cuando, sobre el mes de edad, dejan de depender de la madre, el maullido aparecerá poco después, a partir de los 3 meses. Podemos decir, entonces, que es la evolución y la utilización de un sonido infantil.



Infantilizados, pero muy listos

Así pues, ¿los gatos adultos siguen siendo cachorros? Pues hasta cierto punto, sí. Es el fenómeno de la “neotenización” o, lo que es igual, la persistencia de caracteres físicos y conductas infantiles, aspecto que va ligado a la domesticación, lo que permite manejar a animales (vacas, caballos, ovejas, perros, etc.) que de otra forma serían ingobernables.

Al convertir a los gatos salvajes en pacíficas mascotas se ha conservado, entre otras conductas infantiles, una versión corregida y mejorada de aquellas llamadas infantiles de socorro: el maullido.

Pero, ¿qué quieren los gatos cuando maúllan? Nos maúllan a nosotros y no a otros gatos porque quieren que les hagamos caso y conseguir cosas. Pretenden captar nuestra atención y, una vez captada, obtener comida, o juego, o caricias, o que les abramos la puerta, y son tan listos que aprenden rápidamente maullidos especiales para cada cosa. Por nuestra parte, al convivir con un gato aprendemos en seguida, como todo dueño de gatos sabe, qué quieren exactamente con cada maullido.

Asimismo, una vez que aprenden no hay forma de callarles: los gatos pueden estar maullando a un ritmo de dos maullidos por minuto durante dos horas o más… Así, ¿quién se va a negar a lo que pidan?

Es asombroso, pero los gatos han conseguido de casualidad, y sin ser el suyo, conectar con nuestro medio de comunicación favorito (el verbal) y, literalmente, adiestrarnos para que les hagamos caso. ¡Genial!, para que luego digan que van a su aire.

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