Son muchos milenios los que han hecho del gato un animal conhábitos nocturnos, pero ¿sabes de qué armas dispone para poder llevar una vida en la oscuridad?
Seguro que ya has pensado en la vista y el oído, dos de sus sentidos más destacados. La primera le dota de una capacidad visual muy aguda, especialmente eficaz con poca luz. Destacan los globos oculares prácticamente esféricos y su retina cuenta con un número enorme de células receptoras de la luz, los bastoncillos. Para ser exactos, el gato tiene una media de 200 millones de bastoncillos, frente a los 120 millones de bastoncillos que tiene el hombre.
Asimismo, el gato cuenta con una membrana de células que reflejan la luz de manera muy eficaz y que recibe el nombre de tapetum. Esta membrana está en la parte inferior del globo ocular y refleja la luz como un espejo, de modo que toda la luz que no percibe directamente la retina le llega a través del tapetum. Esta estructura es la responsable del brillo de los ojos del gato en la oscuridad.
Además, ambos ojos están orientados hacia el frente, lo que, como a nosotros, le da una visión binocular de 120 grados, es decir, que le permite distinguir la distancia entre él y el objeto al que mire, así como los relieves, no solo de frente, sino también hacia los lados en un ángulo total de esos 120 grados.
Si a todos los amantes de los gatos nos llaman la atención sus ojos por sus preciosos y múltiples colores, también es muy llamativa la forma de sus pupilas, especialmente cuando están cerradas. Esto se debe a su conformación anatómica, pero añade mucho misterio a su mirada.
Como nada es perfecto, la visión nocturna del gato ha evolucionado restándole células receptoras de los colores, los conos. Así, el gato cuenta con dos tipos de conos, los que perciben los colores verde y rojo (y la combinación resultante entre estos colores). Comparado con el hombre, la visión policromática del gato está en desventaja, ya que nosotros tenemos tres tipos de conos, que perciben los colores rojo, verde y azul, que combinados nos permiten ver millares de colores.
Por el contrario, el oído del gato es tres veces superior al nuestro. Esto le permite detectar una gama de sonidos muy amplia en cuanto a su intensidad, por lo que es especialmente eficaz con los sonidos muy agudos, superiores a los 20.000 Hz. Si a esto se añade la capacidad de orientar las orejas hacia la fuente emisora del sonido, su capacidad de localizar a una presa, incluso en la noche más oscura, parece sobrenatural.
No obstante, hay otras características que le ayudan sustancialmente. Una de ellas es el tamaño pequeño, que lo hace menos evidente, tanto para las presas como para los predadores. Sin embargo, no se debe confundir el pequeño tamaño con la debilidad, ya que su complexión es muy vigorosa y ágil.
Para ello, el gato tiene entre 279 y 282 huesos, que son finos pero muy resistentes. Sus músculos son fuertes y elásticos, capaces de movimientos rápidos y muy precisos, que le permiten hacerse con una presa de un solo salto…, y también escapar a gran velocidad si le persigue algún enemigo.
En todo ese entramado de características físicas de predador especializado, destacan las zarpas, que disponen de unas almohadillas silenciosas y de unas uñas retráctiles. Esto es muy útil no solo para ser más silencioso, sino que llevarlas ocultas si no las necesita también favorece el movimiento.
Otro aspecto que suele pasar inadvertido en el gato y que también es producto de la evolución de los animales de hábitos nocturnos son las vibrisas. Reciben este nombre unos pelos largos con una función táctil situados en diversas partes estratégicas: los bigotes, las cejas, la parte alta de la nariz, el mentón y en la parte trasera de las patas delanteras, justo encima de las zarpas.
Por último, como buen predador, el gato también utiliza la cola como adaptación al medio, por ejemplo, para mantener el equilibrio,aunque esto no es exclusivo de su naturaleza nocturna.
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